Newsletter 1242 - de Medicina General.
Informacion Calificada para medicos y Auxiliares de la Medicina.
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GASTO ESTATAL
Y DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO.
Por : Dr. Marcelo Castro Corbat.Qué es el Foro de Davos, el principal encuentro anual de los globalistas.
Esta semana está teniendo lugar en Suiza el conocido como Foro de Davos, que recibe el nombre del diminuto pueblo alpino donde tiene lugar, al este del país helvético. Este año, el encuentro junta a 2.700 líderes mundiales y tendrá como lema «Cooperación en un mundo fragmentado».
Así que habrá que seguir escuchando lo que dicen, porque con toda probabilidad será lo que en breve quieran imponernos nuestros políticos.
Como las medidas que nos tienen preparadas para la próxima pandemia, de la que hablan en un tono de pavorosa anticipación.
Recuerden: Schwabb nos dijo en su momento que la pandemia era una magnífica oportunidad para aplicar el Gran Reinicio, como nos dijo que toda idea de una vuelta a la normalidad de siempre era “una fantasía”.
No importa que todas las medidas ‘anticovid’ hayan resultado no meramente inútiles, sino frecuentemente desastrosas, y que la pandemia no haya sido la magnífica oportunidad que preveía Schwabb, porque vuelven a la carga como si nada hubiera pasado.
Y ahora van por la nueva pandemia.
Ese ha sido el tema de un panel que incluye al ex primer ministro británico Tony Blair y al actual director de Pfizer Albert Bourla, en el que se lamentan del fracaso en el intento de formar un frente común en la emergencia sanitaria.
En realidad, los pobres mortales sí vimos un frente común, asustantemente común hasta en las consignas, pero que los políticos, aterrados ante sus consecuencias, se vieron obligados a ir suavizando discretamente.
Pero la próxima vez será la buena, y el panel concluye que las instituciones globales en el futuro necesitan ejercer una presión constante sobre los gobiernos y sobre las poblaciones nacionales para obtener los resultados que desean.
Se habla de África, ejemplo de la falta de “equidad” en el tratamiento de la pandemia porque en el continente no triunfaron las medidas que se aplicaron en el resto del mundo. Se pasa por alto, en cambio, que en África no ha habido apenas muertos por covid a pesar de que dos tercios de la región no están vacunados, según los datos aportados por el New York Times.
No están solos en esto: todos los alarmistas de la pandemia pasan de puntilla sobre la misteriosa “excepción africana”. Una excepción que, naturalmente, no deberá tolerarse la próxima vez.
Tony Blair, uno de los personajes más siniestros de nuestro tiempo, propone una infraestructura digital nacional para el seguimiento de las vacunas y convencer a los gobiernos nacionales de que las pandemias son un problema permanente.
Albert Bourla aborda la posibilidad y los desafíos de producir vacunas en un marco de tiempo aún más rápido para responder a nuevos eventos virales, y concluye, sorpresa, sorpresa, que los reguladores deben seguir haciendo la vista gorda frente a los productos que saquen las grandes farmacéuticas, haya o no pandemia.
¿Diez años para lanzar una vacuna al mercado, como ha sido hasta ahora?
No es probable, después de lo estupenda que ha sido la desarrollada en menos de un año para acabar con la peste china.
No es probable, así, que se vuelva al modelo prudencial aplicado hasta la fatídica enfermedad de Wuhan.
A estas alturas, el Foro Económico Mundial, reunido en Davos, se está convirtiendo en una conspiración tan abierta y recurrente que obliga a hacerse un montón de preguntas.
¿Por qué esta organización privada toma decisiones por todo el planeta, que luego los gobiernos aplican religiosamente, sin ningún tipo de responsabilidad o representatividad política?
¿Por qué van todos esos políticos electos a sus reuniones, por qué siguen devotamente sus directrices, por qué se les permite actuar con una opacidad norcoreana y una publicidad propia de la Coca-Cola?
Esta semana, 2.658 de quienes se arrogan el derecho a tomar decisiones en nombre de 8.000 millones de personas se reúnen en el pintoresco pueblecito suizo para la reunión anual del Foro Económico Mundial. Protegidos por miles de policías y soldados, esta autonominada élite del mundo –2.658 asistentes, entre ellos jefes de Estado, primeros espadas del mundo empresariales, grandes medios y luminarias académicas– ha llegado en sus jets privados, que expulsan más CO2 del que usted emitirá en toda su vida, y gozará de todos los lujos –no habrá grillos en el menú, eso es para la plebe– mientras se impone la agenda global para el próximo año.
Su opinión, querido lector, no importa absolutamente nada.
Antes de la conferencia, el foro emitió un «informe de riesgos globales», y en ese informe crearon un término completamente nuevo para describir el caos extremo que se apodera de nuestro mundo en este momento: policrisis.
El Informe de Riesgos Globales 2023 del Foro Económico Mundial usa el término para explicar cómo “los riesgos presentes y futuros también pueden interactuar entre sí para formar una ‘policrisis’, un grupo de riesgos globales relacionados con efectos combinados, de modo que el impacto general supera la suma de cada parte”.
Pero hay otra crisis, mucho más próxima a su corazón, de la que debería ocuparse el foro: su ideología matriz, el globalismo, está agonizando.
Le quedan dos telediarios, y los más listos ya lo saben. Este año no estarán en el foro ni Soros ni Gates.
¿Qué conjura mundial es esa que no cuenta con la presencia de estos perejiles de todas las salsas?
Y, en cuanto a los líderes de las naciones, solo está Scholz, pobre, gobernantes de países irrelevantes, como España, y pare usted de contar.
Nadie compra ya su mercancía averiada, y aunque todavía asuste su control sobre los gobernantes de Occidente, no se puede imponer un sistema global con tantas ausencias, muy especialmente, China y Rusia.
Y con ellos una mayoría de la humanidad (en población, al menos y por goleada) que está discretamente dándole la espalda a una anglosfera más sus vasallos comunitarios que cada vez tiene menos peso en el planeta.
Davos es una estafa, dicho mal y pronto. Es divertido oír a su fundador hablando como un genio del mal de película de James Bond con ese acento germano que se podría cortar con un cuchillo y poniéndonos los pelos de punta con sus planes de futuro para todos nosotros.
Pero el rey está desnudo y la historia va por otra parte.
Si comemos grillos no será por que se haya impuesto su modelo, sino porque nos habrán arruinado con sus fantasías ecológicas.