Buenos días, amigas y amigos. Desde hace 30 años vengo subiendo a esta tribuna, y este año tengo la satisfacción de poder hablarles. En medio de un país en sombras, nosotros estamos pudiendo organizar un encuentro de todos los que tienen que ver con el campo, el más amplio en Argentina, y uno de los más importantes del mundo.
Este encuentro es el fruto del esfuerzo de todos. Es un encuentro abierto. Un encuentro que muestra nuestra fuerza, la potencia de todo el sector agroindustrial argentino. Saludo, en nombre de la Sociedad Rural Argentina, a todos los trabajadores del campo que están entre nosotros; a las autoridades nacionales, provinciales y municipales, a los representantes de las decenas de entidades gremiales y empresariales que nos acompañan, particularmente a nuestros amigos de la Mesa de Enlace, a los representantes de países amigos; y a todas las personas que hoy nos visitan. Como les dije días atrás, este lugar que nos convoca es la casa del campo en la ciudad, y es también la casa de todos ustedes, la casa de todos aquellos que abrazan al campo; más aún, la casa de todos los que quieren construir, unidos, una nueva Argentina. Es en este lugar y en estos días, cuando mostramos de manera contundente, la enorme importancia que tenemos, al aportar, todos juntos, al sostenimiento y desarrollo de la Patria. Nuestro sector agroindustrial genera más de un tercio de toda la fuerza laboral del país: desde los emprendedores y los trabajadores que realizan la enorme variedad de tareas de producción y elaboración de los frutos del campo, hasta la red de científicos, técnicos, comercializadores y transportistas, que sostienen día tras día el trabajo productivo. Somos 227 mil productores, y existen 25 mil establecimientos y empresas que transforman lo que produce el campo. Casi cuatro millones de trabajadores, directos o indirectos, que llevan el empleo a todos los puntos del interior del país, porque el campo es federal y creador de lazos entre argentinos. Puestos de trabajo que generan el arraigo de la gente en los rincones más dispersos y alejados del territorio. Y con el arraigo, generan la educación, la cultura y la construcción de una sociedad viva y próspera.
El campo, con su producción de cereales y oleaginosas, carnes, leche y muchos otros productos regionales, de bienes derivados que van desde las frutas frescas y el vino hasta los biocombustibles, la producción de fibras naturales y de productos alimenticios industrializados, es, sin duda, el mayor productor de bienes de Argentina.
Representamos hoy más del 15 por ciento del PBI. Siete de cada diez dólares u otras divisas netas que entran al país, se originan en el campo.
El Estado argentino está obligado, como prioridad, a darles a todos los ciudadanos los servicios de seguridad, salud, educación, justicia, moneda fuerte e infraestructura. Ahora bien: es el campo, en este momento, el que más contribuye a que el Estado pueda cumplir con esa función.
Durante el primer semestre de este año, ingresaron, desde el sector agroindustrial, a las arcas del Banco Central, más de 19 mil millones de dólares. Resulta un récord absoluto y supera a la media histórica en un 90 por ciento.
El aporte que el común de las actividades económicas hace al Estado, en forma de impuestos, es un 42 por ciento; el campo supera ese promedio, y llega a entregar, en concepto de impuestos, un 70 por ciento. Esto es discriminatorio y hasta confiscatorio. Es el campo el sector que está a la vanguardia de la tecnología. No solamente en el terreno de la maquinaria y los insumos estratégicos. También en la elaboración de procedimientos tecnológicos para el agro y la ganadería interesan en el campo: porque el campo les brinda a los jóvenes un proyecto de vida, un espacio privilegiado para la innovación y la adopción de todo ese desarrollo tecnológico.
En el campo, enfrentamos problemas climáticos. Sufrimos sequías, incendios e inundaciones. Pero, además de las amenazas globales y del clima, que no controlamos, los que trabajamos en el campo hemos tenido que enfrentar medidas nefastas de nuestros gobernantes, medidas que atacan a la producción, y perjudican a toda la economía.
El gobierno intervino en las exportaciones de carne, provocando que cayeran un 11 por ciento en el último año. Pero, paradójicamente, y bajo el pretexto de proteger con precios bajos el consumo de la población, lo que consiguieron fue hacer subir esos precios, impulsados por la falta de soluciones verdaderas para erradicar la inflación creciente que afecta a todos los argentinos. Es que la inflación no se baja con controles de precios. Se baja eliminando el mal gasto del Estado.
El resultado está a la vista: el consumo de carne bovina en Argentina ha caído a un piso histórico. Un reflejo directo del deterioro del salario.
Por otra parte, el Estado volvió a intervenir en los mercados agropecuarios. Este hecho, sumado a los efectos que genera la brecha cambiaria que padecemos, se convierte en un deterioro que crece día a día, reduciendo los ingresos reales de los productores, que terminan cobrando menos de la mitad de lo que su producto vale internacionalmente.
Cuando el productor quiere pagar los insumos que necesita para producir, se encuentra con un dólar que vale alrededor de 300 pesos; pero cuando, mucho más tarde, va a vender su producción, cobra con un dólar que vale 130, quitándole además los derechos de exportación. De modo que, por ejemplo, en el caso de la soja, el valor de ese dólar que recibe el productor es de menos de 100 pesos.
Parece mentira que nos hayan acusado de especuladores. El rol de especulador es del Estado.
Además de su lamentable intervención en los mercados, el Estado aumentó los porcentajes de derechos de exportación, llamados comúnmente retenciones.
Las retenciones son un impuesto que viene siendo estimulado por varios gobiernos. ¿Pero qué resultado han tenido las retenciones?
En estos 20 años el Estado se benefició: los productores transfirieron, a través de las retenciones, nada menos que 130 mil millones de dólares: A valores de hoy, es una cifra equivalente al dinero invertido en el Plan Marshall, que levantó a Europa entera luego de la segunda guerra mundial.
Ahora bien: ¿qué han hecho los gobiernos con el dinero de las retenciones? ¿Han invertido en caminos, hospitales, escuelas, administración de justicia, atención a la población? No. Han dilapidado el dinero en reparto de subsidios, en vez de promover la cultura del trabajo.
Resultado: en tanto se mantienen las retenciones, disminuye el número de productores. En el censo de 2001 se registraron 297 mil productores; hoy somos 227mil
70 mil productores han sido echados del campo
70 mil familias sin el sustento y el arraigo que el campo les proporcionaba, y en peligro de engrosar el número de los pobres y marginados.
Más resultados del saqueo al campo y el desgobierno. La producción agrícola total está hoy estancada en 130 millones de toneladas; las posibilidades de mejora en la calidad de vida, para la gran mayoría de los argentinos, están agotadas; la producción del país se ha estancado. El 40 por ciento de los argentinos está por debajo del nivel de una subsistencia digna. Estamos peor en materia social que cuando, en 2002, se volvieron a implementar las retenciones con el argumento de que eran transitorias.
No podemos aceptar que el gobierno siga atacando a la inversión, que es lo único que genera empleo genuino y crecimiento económico. Los gobernantes argentinos de los últimos 20 años deberán rendir cuentas de todo eso a la sociedad.
Como consecuencia de la inoperancia por parte de los gobiernos, una sucesión de conflictos han azotado todas las regiones del país, que desalientan la producción y hacen emigrar a los trabajadores del campo.
La crisis provocada por la falta de gasoil afecta a todos los procesos productivos: entre otros, el de los limones, en Tucumán y Corrientes, cuyos productores no pudieron transportar la cosecha, y el del azúcar, en el noroeste, cuya zafra se vio retrasada en el momento crítico: el transporte de la caña al ingenio azucarero. ¿Por qué falta gasoil? Porque el Estado controla su precio, creyendo poder usarlo como un ancla contra la inflación, en vez de tomar medidas efectivas contra ella.
La sequía, junto con los incendios, afectó en todo el noreste argentino, el cultivo del arroz y de la yerba mate, la ganadería y la forestación, sin que el gobierno apareciese para ofrecer ayuda suficiente a los productores ni siquiera para preservar los parques nacionales que en el caso de la provincia de corrientes, fueron afectados en un 60%.
La producción de leche está estancada hace 25 años.
En la región pampeana, la producción de soja fue la segunda más baja de los últimos 10 años. El área sembrada de trigo se achicó en un millón de hectáreas.
La falta de reglas justas en el mercado, que el gobierno está encargado de fijar, hacen que los costos de la tecnología necesaria para producir trigo sean demasiado altos.
Además, el gobierno regula cuotas para el trigo, sin tener en cuenta que el trigo representa apenas el 14 por ciento del precio del pan.
Hasta la producción de porcinos, que se había abierto camino en los últimos años, debe paralizar hoy sus inversiones a causa de obstáculos puestos por el gobierno.
En el sur de la Patagonia, la producción ovina ha estado amenazada por la proliferación de animales depredadores y del guanaco; y esto es fruto del descuido del gobierno, que debería no sólo proteger a los ovinos, sino también impulsar el adecuado control de las especies depredadoras.
Y, finalmente, no solo en la Patagonia y otras zonas del país, el gobierno y la justicia se han mostrado indiferentes a los ataques contra los propietarios y el personal, delitos perpetrados bajo el pretexto de reivindicaciones de quienes se autodenominan pueblos originarios, siendo simplemente delincuentes comunes.
A los gobernantes de hoy les decimos: no intenten más distraernos. Las trabas a la exportación, los cupos y el resto de sus medidas intervencionistas, sólo generan caída de la inversión y de la producción sin ningún beneficio para la tan nombrada “mesa de los argentinos”.
¿Cómo ha respondido la Sociedad Rural Argentina a la desidia y a la agresión de los gobiernos?
Hace 14 meses cuando asumimos la conducción de la Rural, el gobierno había cerrado la exportación de carne. Ante ese atropello, la Mesa de Enlace respondió con un paro.
El resultado, luego de largas negociaciones, fue la apertura parcial de las exportaciones. Seguiremos trabajando, con la cadena de ganados y carnes para lograr la apertura total.
Exigimos, para la carne, el trigo, el maíz y para todos los demás productos, la total liberación de los mercados.
Ante la no aprobación del presupuesto nacional y la insistencia del gobierno en el cobro de las retenciones, la Sociedad Rural Argentina, junto con la Sociedad Rural de Jesús María, interpuso ante la Justicia, en febrero de este año, un recurso de amparo. Declaramos que el cobro de derechos de exportación, las llamadas retenciones, es ilegal e inconstitucional.
Nos ofrecimos como representantes de los productores de todo el país. Logramos que el Poder Ejecutivo cambiara su agenda y reconociera la potestad del Legislativo y de ese modo, evitamos 3 puntos de aumento en las retenciones para el maíz y el trigo, que hubieran representado 700 millones de dólares menos en manos de los productores.
Repetimos: hoy las retenciones son ilegales, e inconstitucionales.
En el ámbito de las relaciones del campo con los sectores políticos, se encuentra también el tema de la relación de nuestra tarea con el medio ambiente.
En ese aspecto, el campo es el único sector de la economía argentina que ha reducido netamente sus emisiones de gases de efecto invernadero.
La Sociedad Rural Argentina creó una Comisión de Sostenibilidad, que contribuyó a la redacción de la posición oficial en la Cumbre Alimentaria de la FAO y en la COP 26, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Glasgow. En consecuencia, evitamos que prosperara una medida que pretendía reducir el stock ganadero, con el pretexto de que la ganadería perjudicaba al ambiente.
Quiero referirme ahora a aspectos de la vida institucional de la Sociedad Rural Argentina.
Junto con los directores y delegados de todo el país, consensuamos un nuevo propósito, y un plan estratégico con proyección hasta 2030. Inauguramos un nuevo edificio para nuestra sede social, que mejora la calidad de trabajo del personal, y concentra en un solo espacio los servicios de atención al socio. En este predio, colocaremos paneles solares, que lo convertirán en la mayor fuente de energía limpia de la Ciudad de Buenos Aires. Reunimos a todos los eslabones de la cadena productiva agroindustrial, sus cámaras y entidades, en una discusión sobre temas de coyuntura y sobre la posibilidad de formar una visión común acerca de futuras políticas a nivel nacional Pusimos en marcha el Consejo Asesor Vinculante, al servicio de nuestra relación con las asociaciones de criadores. Introdujimos jornadas para jóvenes, destinadas a ayudarlos en su integración al trabajo en el sector agropecuario, dándoles espacios de consulta y negociación, formación e integración con los demás productores.
Hemos progresado en tecnología informática para la agilización de trámites. Hemos renovado la tecnología para mejorar nuestra labor genética. Federalizamos aún más la acción gremial de la Rural, generando reuniones de la comisión directiva en diferentes provincias. Hemos recorrido 150.000 kilómetros en doce meses, con la colaboración de los Directores y Delegados de la Rural, para ocuparnos de problemas que nos atañen como entidad gremial del agro.
Donde hay un productor, trabajamos para estar con él. Continuamos con la contribución de la Rural a la educación, a través del ISEA, el CEIDA, y el Colegio Agropecuario de Realicó. El CEIDA ha duplicado su cantidad de inscriptos y ha hecho un convenio con la Universidad Austral, para diversificar su capacitación. Avanzamos también en la realización de un convenio con la Universidad de La Pampa, para convertir al Colegio de Realicó en una institución preuniversitaria.
Ahora quiero que hablemos, por un momento, entre productores. Nosotros los productores vamos a seguir estando aquí. Ni nos vamos a llevar la fábrica, que es la tierra, ni nos podrán sacar de ella. Somos respetuosos, pero lo que no vamos a permitir, es el saqueo de lo que hemos sabido producir. En ese sentido, no hay diferencia entre productores pequeños, medianos o grandes; no hay diferencia entre patagónicos, norteños, litoraleños, cordobeses, pampeanos o puntanos. Nuestros valores son los mismos: la justicia, el trabajo honrado, el respeto por la propiedad privada, la legitimidad del lucro y la libertad de tomar decisiones económicas. Lo que le sucede a uno de nosotros, nos sucede a todos. Por eso, les pido: no nos quejemos si no damos un paso más allá de nuestro escenario individual. Debemos seguir involucrándonos en concejos deliberantes, legislaturas, ministerios y comisiones legislativas; de abajo hacia arriba, desde cada intendencia hasta la Nación, más allá de la afiliación política de cada uno.
Quisiera ahora hablarles a las entidades gremiales del campo, con quienes la Rural comparte su trabajo.
Deseamos agradecer, junto con Marcos Pereda, a los integrantes de la Mesa de Enlace por la generosidad con que fuimos recibidos desde nuestra asunción. Queremos invitarlos a que continuemos acercándonos, a seguir creando más formas de trabajar unidos en forma conjunta. El sector muestra su fuerza cuando estamos unidos. No seamos funcionales a políticas mezquinas que pretenden dividirnos y lucrar con nuestra desunión. En cuanto a nosotros, los miembros de la Rural, miremos hacia adelante y profundicemos nuestra transformación.
Y ahora, amigas y amigos, quiero hablarle a otro interlocutor del campo. Me refiero al conjunto de los actores políticos que constituyen el gobierno, en todos sus niveles, y sin diferencia entre partidos. Escúchennos, los que nos gobiernan y, sobre todo, los que aspiran a gobernarnos. Es el campo el que brinda la solidez productiva, indispensable para el quehacer de cualquier gobierno. Por eso les decimos a los servidores públicos: produzcan resultados. El campo no es un problema: es parte indispensable de la solución. La crisis que estamos viviendo es consecuencia de malas políticas. Si quieren resultados distintos a los actuales, deben hacer exactamente lo contrario de lo que se está haciendo. Con reglas justas, basadas en el consenso y la libertad, el campo podría aumentar su producción en el orden del 40 por ciento. Al gobierno actual le pedimos que resuelva los problemas, en vez de hacernos víctimas de su interna, tratando de asegurar a toda costa la ilusión de su reelección. Al gobierno que viene, le pedimos que venga con un plan macroeconómico que asegure estabilidad y libertad, como condición para eliminar las desigualdades. Hay que bajar el déficit, hay que volver a contar con una moneda confiable y hay que desactivar los impuestos encubiertos que crean la pobreza, la inflación y las distorsiones del tipo de cambio. Necesitamos disminuir el gasto público, equilibrar las cuentas, sacar al país del déficit, eliminar impuestos artificiales y distorsivos. Hay que volver al mundo con una agenda multilateral. No es posible que un gobernante dedique su tiempo de trabajo a aumentar sus ingresos, a vista y paciencia de todos. Y si una persona del gobierno tiene que rendir cuentas a la justicia, lo que tiene que hacer es contratar abogados, no agitar funcionarios y engañar votantes con el objeto de protegerse detrás de sus fueros.
Nuestra preocupación central es la República y su Constitución, el funcionamiento equilibrado de los tres poderes, evitar que el Congreso vuelva a ser una escribanía del Poder Ejecutivo, lograr que el Poder Judicial sea independiente. Estamos del lado opuesto a los autócratas y los dictadores. Y no alcanza con que las reglas sean claras: también tienen que ser justas. Ya sabemos lo que no funciona: no funciona el revoleo de bolsos llenos de dólares, ni el recuento de pilas de billetes mal habidos. Queremos que el gobierno asegure a los productores no sólo caminos, sino también ferrocarriles, vías navegables, puertos, y conectividad, desde cualquier punto del país. Tiene que haber un proyecto de país, que nos asegure libertad, justicia independiente y erradicación de la pobreza con empleo genuino, no limosnas para posibles votantes disfrazadas de subsidios. Hace falta una batalla del gobierno por la educación, que es la madre de todas las batallas. En medio de esta situación llena de problemas, no obstante, nos anima la esperanza. La sociedad en su conjunto mira a los políticos y sabe diferenciar entre un honesto y un corrupto. Basta de robarle a la gente su dignidad. A todas las personas que hoy nos visitan les decimos: no se dejen engañar por falsos propagandistas que quieren enfrentar el campo con la sociedad. Hemos oído a políticos que dicen querer poner a la Argentina de pie. El campo está de pie.
Nosotros no prometemos: nosotros producimos. Decimos lo que hacemos, y hacemos lo que decimos. Para poner a la Argentina de pie, apliquemos las reglas que son exitosas en los países que progresan: democracia, respeto a la ley, justicia, propiedad privada.
En resumen: hagamos cumplir nuestra Constitución nacional.
En estas últimas 48 horas, el gobierno ha tomado decisiones que nos incluyen como sector productivo. Esperamos que la nueva conducción económica esté a la altura de la difícil situación que atraviesa el país, y que genere la confianza necesaria para atravesar estos momentos. Queremos decirles: el sector agropecuario es lo suficientemente importante como para mantener el rango ministerial. Amigas y amigos, declaramos inaugurada la 134 exposición de ganadería, agricultura e industria internacional, de la Sociedad Rural Argentina. Y algo más.
Gracias por estar con nosotros. Hemos pasado dos años muy duros. En ellos, hemos recibido el ejemplo de nuestros médicos, enfermeros, personal de salud y demás trabajadores esenciales, que han puesto el cuerpo, codo con codo, y a quienes agradecemos de todo corazón. Como ellos, trabajemos juntos.
Gracias a todos y a cada uno de ustedes por sus proyectos, sus ideas, su apoyo.
Unidos, todos unidos, debemos ser protagonistas de una nueva Argentina. Muchas gracias!!!!
NICOLAS PINO