Durante esta semana, el Foro Económico Mundial lleva a cabo su encuentro anual en el enclave suizo de Davos, una de las citas más importantes y deseadas por la élite político-empresarial del planeta en donde se conocen públicamente el estado de los objetivos planificados a años vista.
Hace unos años el Club Bilderberg ocupaba las grandes portadas de los medios de comunicación –más por morbo que por deber informativo– en especial tras la publicación de varios títulos en los que se destripaba uno de los encuentros privados más deseados del mundo occidental: familias reales, dueños de multinacionales, personajes de relevancia cultural, dueños de medios de comunicación, etc. se reunían en un hotel distinto cada año para diseñar con escuadra y cartabón aquello que luego haría historia.
ENERO 18, 2023
A estas alturas, el Foro Económico Mundial, reunido en Davos, se está convirtiendo en una conspiración tan abierta y recurrente que obliga a hacerse un montón de preguntas.
¿Por qué esta organización privada toma decisiones por todo el planeta, que luego los gobiernos aplican religiosamente, sin ningún tipo de responsabilidad o representatividad política?
¿Por qué van todos esos políticos electos a sus reuniones, por qué siguen devotamente sus directrices, por qué se les permite actuar con una opacidad norcoreana y una publicidad propia de la Coca-Cola?
Esta semana, 2.658 de quienes se arrogan el derecho a tomar decisiones en nombre de 8.000 millones de personas se reúnen en el pintoresco pueblecito suizo para la reunión anual del Foro Económico Mundial. Protegidos por miles de policías y soldados, esta autonominada élite del mundo –2.658 asistentes, entre ellos jefes de Estado, primeros espadas del mundo empresariales, grandes medios y luminarias académicas– ha llegado en sus jets privados, que expulsan más CO2 del que usted emitirá en toda su vida, y gozará de todos los lujos –no habrá grillos en el menú, eso es para la plebe– mientras se impone la agenda global para el próximo año.
Su opinión, querido lector, no importa absolutamente nada.
Antes de la conferencia, el foro emitió un «informe de riesgos globales», y en ese informe crearon un término completamente nuevo para describir el caos extremo que se apodera de nuestro mundo en este momento: policrisis.
El Informe de Riesgos Globales 2023 del Foro Económico Mundial usa el término para explicar cómo “los riesgos presentes y futuros también pueden interactuar entre sí para formar una ‘policrisis’, un grupo de riesgos globales relacionados con efectos combinados, de modo que el impacto general supera la suma de cada parte”.
Pero hay otra crisis, mucho más próxima a su corazón, de la que debería ocuparse el foro: su ideología matriz, el globalismo, está agonizando.
Le quedan dos telediarios, y los más listos ya lo saben. Este año no estarán en el foro ni Soros ni Gates.
¿Qué conjura mundial es esa que no cuenta con la presencia de estos perejiles de todas las salsas?
Y, en cuanto a los líderes de las naciones, solo está Scholz, pobre, gobernantes de países irrelevantes, como España, y pare usted de contar.
Nadie compra ya su mercancía averiada, y aunque todavía asuste su control sobre los gobernantes de Occidente, no se puede imponer un sistema global con tantas ausencias, muy especialmente, China y Rusia.
Y con ellos una mayoría de la humanidad (en población, al menos y por goleada) que está discretamente dándole la espalda a una anglosfera más sus vasallos comunitarios que cada vez tiene menos peso en el planeta.
Davos es una estafa, dicho mal y pronto. Es divertido oír a su fundador hablando como un genio del mal de película de James Bond con ese acento germano que se podría cortar con un cuchillo y poniéndonos los pelos de punta con sus planes de futuro para todos nosotros.
Pero el rey está desnudo y la historia va por otra parte.
Si comemos grillos no será por que se haya impuesto su modelo, sino porque nos habrán arruinado con sus fantasías ecológicas.
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